No hacen más que repetirme que soy fuerte. En mi cabeza suena esa palabra, con eco. Y yo sigo haciéndome la fuerte cada vez que se me hace bola en el pecho, no puedo respirar y las bocanadas de aire son cada vez más grandes. Lo único que salen son lágrimas.
Ante el mundo soy un muro, impenetrable, que no siente, que no duele, que no llora.
Y todavía nadie sabe lo fácil que es derribar un muro.